Soy un poco catalán, sí, pero compatriotas como Laporta, iluminados megalómanos mesiánicos como él, me avergüenzan demasiado y encima me obligan a escoger. Porque, me guste o no, soy español, pero hay pelmazos que queman banderas españolas y piden a gritos que todo el mundo salte o se siente en el suelo so pena de ser identificado como español, en repugnante caza fascista. Hay gentuza que nos rompe el corazón y el árbol genealógico, con su visión miserable de la geografía y la cultura de todos. Que nos obliga a escoger ser sólo una de las cosas de las varias que somos. Así que ayer me borré de catalán, porque aunque lo soy entiendo que la causa de los que han creado el grupo de Facebook es justa y necesaria.
No tengo ningún problema en borrarme de nada. No vamos a negar que nos apetezca renunciar a alguna patria más de una vez. Ya se dijo hace mucho tiempo "que paren el mundo, que me bajo", y desde entonces cualquier deserción es poca cosa. Puede repugnarme ser español cuando descubro que Alejandro Sanz vende más de veinte discos berreando en mi lengua. Me daría de baja del género masculino o de la raza humana sin más viendo ciertos comportamientos. Incluso de ser mallorquín me puedo arrepentir y abjurar si se terciara. Por no hablar de lo frecuentemente que me apetece renegar de mi pellejo. Pero ésos son tics quisquillosos. Para profesar una fobia duradera hace falta algo gordo. Y desde luego el independentismo de ciertos catalanes con su imperialismo adosado lo es.
Los catalanes que no tienen más remedio que seguir siéndolo tienen todo nuestro respeto, y les deseamos que se las arreglen lo mejor posible para salvar Cataluña de esos iluminados como Laporta, de esos paisanos empeñados en extirparle la genética española a una tierra que no merece caer tan bajo: Cataluña, esa Cataluña que no pone a ningún hijo entre la espada en la pared, que no le obliga a partirse ni a odiar a nadie, que no resuelve sus problemas con barreras o cambios de toponimia.
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